URUGUAY ENTERO DE COLECCION /Desde Montevideo Eduardo Mérica para DIARIO URUGUAY.
Primero quiero confiarles que no tenemos un curioso pasado. Porque el 1119, es la entrada a mi casa-apartamento, que tiene tres habitaciones y un altillo, con cocina y living comedor amplio con una ventana instalada en el techo, una claraboya, que en las edificaciones del pasado estaba diseñada específicamente para permitir la entrada de luz natural. Y ésta no era fija. Y ello nos permitía traer el cielo al interior de nuestro hogar. Haciendo que cada momento fuera especial. La magia de conectar y la suerte de coincidir con esta historia, que es un incesante volver a empezar.
Somos la memoria viva que aún camina los territorios. Somos viejos, jóvenes, niños y niñas que vamos construyendo las sendas del espacio que habitamos; caminamos al lado de las memorias e historias que sentaron las bases de lo que hoy llamamos: el Barrio. De punta a punta de la ciudad nos conecta un solo sentir, el de amar el suelo que pisamos y por ello luchamos por él, para que no se pierdan los lazos que nos atan a las historias, a las esquinas y a los momentos…
Llevamos más de medio siglo añorando el barrio, recordando cada baldosa que se confunde con imágenes que, ya casi definitivas, son, aunque vengan de la memoria, intemporales, y más indestructibles, podría decirse, que el aliento, la valentía y el liderazgo, la alegría y la sensibilidad, la lucidez y la justicia, la esperanza y la determinación, el idealismo y la fortaleza, y la afectividad y la empatía de las familias en los viejos tiempos.
Quienes habitamos esta cuadra, hemos desempeñado un papel fundamental en la construcción de un entorno en el que reinó la armonía: Desde aquellos días donde incansables voluntarios han dedicado su tiempo y energía en favor de este “territorio”. Cada sonrisa, cada gesto de solidaridad y cada acto de bondad tejieron un lazo indestructible entre nosotros, formando un sólido cimiento de convivencia pacífica y de respeto mutuo.
Siendo niños derrumbamos fronteras invisibles con recreación. Logramos actos entre jóvenes haciendo culto a la amistad, jugando al fútbol, bailando, cantando, corriendo con la confianza que se manifiesta en los niños cuando se sienten respetados, comprendidos, alentados y acogidos en una situación de diálogo y respeto, tomándonos la palabra. Dimos gritos de vida, con el característico clamor del respeto por la vida, con las ganas de que ciertos espacios fueran más lugares de reunión para reír, cantar, jugar y construir otras realidades.
Lo hicimos para ser inmortales porque en la memoria del Barrio plasmamos que hay otras formas de ser, de hacer y de relacionarnos más allá de la violencia. El convite nos dio la fuerza necesaria para que nuestro lugar estuviera lleno de vida. Aun así, el Barrio no nos debe nada, nosotros le debemos todo.
Tejimos una relación causal entre los vecinos.
Hoy me siento feliz de ver hasta dónde llegamos a lo largo de esta historia contribuyendo al logro de algún fin: poder vivir feliz y en paz, el logro más grande en este Barrio y donde cada individuo, puso su esfuerzo y sacrificio para dejar una huella imborrable en este lugar de Arroyo Seco.